sábado, 23 de octubre de 2010

Charlando un rato - DIÁLOGO

Autor: Luis María Pescetti

- Mire, Don Carlos, lo que son las cosas, si parece que fue ayer que tomé setenta pavas de mate…
- No puede ser cierto…
- ¡¿Qué cosa?!
- Lo de las pavas, Don Santiago, es bolazo.
- ¡Qué va a ser bolazo! Como veinte pavos me comí, de un solo saque… y no sólo pavos, chanchos también.
- ¡Qué chancho ni chancho! Usté dijo pavas, pavas de mate.
- No puede ser… no puede ser, si yo mate no tomo porque me cai mal.
- ¡Ah! ¿Le cae mal el mate, pero pavos y chanchos puede comer?
- Ni probarlos puedo… tengo l’estómago muy delicau, lo que sí me gusta es tomar mate, eso sí, ¿ve?
- ¡Pero… qué dice! ¡Si recién me dijo que le caía mal!
- ¿¡Quién me cae mal!? Si soy amigo de todos acá en el pueblo.
- La comida, me refiero…
- ¡Ah, eso sí! Chancho es lo único que puedo probar, chancho frito nomás.
- Pero no, ¡si chancho es lo más pesado que hay pa’comer!
- Nooo, usté se confunde, el mate es más pesao qu’ el chancho.
- Pero, ¿¡qué dice hombre!? El mate no le cae mal a nadie.
- ¡Ah! No le va a caer, no le va a caer… ¿Y las tortas fritas, ah?
- …pero…estamos hablando del mate, no de las tortas fritas.
- ¡Ve! Ahí es donde usté se equivoca; estábamo hablando de comer chancho y usté me salió con el mate.
- Yo no salí con el mate. ¡Usté salió!
- ¿Con quién?
- Con el mate…
- ¡Ah! Si será zonzo ¡Cómo voy a salir con un mate! Con mi mujer puede ser, pa’ Navidá… estábamo hablando de comer chancho y me dice de ir a pasiar con un mate…
- No, de lo que estábamo hablando era de que el chancho es más pesado, para el estómago, que el mate.
- Y seguro… quién le va a decir lo contrario.
- ¡Usté! ¡Usté! Antes decía que el mate es más pesado que el chancho.
- No, mire… eso no se lo puedo haber dicho porque yo chancho nunca probé.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Había - POEMA

Autora: María Teresa Andruetto

Había
Había una
Había una vez
Había una vez un
Había una vez un perro
Había una vez un perro viejo
Había una vez un perro viejo y torcido
Había una vez un perro viejo y torcido que
Había una vez un perro viejo y torcido que lloraba
Había una vez un perro viejo y torcido que lloraba a mares
A mares lloraba el perro viejo y torcido que una vez había
Lloraba torcido y viejo el perro porque no había mares
Torcido y viejo llorando aquella vez a mares
El perro que lloraba a mares aquella vez
Lloraba como un viejo que está torcido
El viejo perro y torcido lloraba ¿ves?
Lloraba como un perro esa vez
Y había un perro también
Que lloraba en el mar
Lloraba o no sé qué
Y había también
Una historia
Esa vez

sábado, 26 de junio de 2010

Me encantan los dentistas - POEMA

Autora: Ana María Shua

Yo tengo una amiga con más dientes
de los que usa la mayoría de la gente.
Tenemos muchas cosas en común:
nos gusta la ensalada con atún,
los domingos canjeamos revistas,
y a las dos nos encantan los dentistas.
Mi amiga es tan prolija y obediente
que jamás se comería un caramelo
por cuidar de sus muelas y sus dientes.

En su vida probó una golosina
porque sabe que el azúcar es dañina.
Y siempre se limpia con hilo dental
para que nada le vaya a hacer mal.
Pero a veces su mamá la reta un poco:
"Diana Laura, perdóname que insista:
aunque luego te cepilles bien a fondo,
no está bien que te comas al dentista.
¿Por qué no te portas como tu amiga,
que es ejemplo de buena educación?
Aunque vea un odontólogo sabroso
se conforma con darle un mordiscón".

domingo, 16 de mayo de 2010

Reflexión espacial

Autora: Silvia Schujer

Si el astro que más come es un cometa... ¿tendrá en vez de panza una panceta?

Gustos son gustos- CUENTO

Autor: Gustavo Roldán
Ahí estaban el yuchán y el jacarandá, el quebracho colorado y el chañar, las palmeras y el mistol, y el lapacho, esa fiesta de flores rosadas.
Todos los árboles eran grandes y hermosos, pero el algarrobo parecía una guitarra llena de colores y música porque ahí cantaban los pájaros.
La sombra del algarrobo, tan grande, alcanzaba para todos los bichos, y las vainas amarillas colgando de las ramas y desparramadas por el suelo eran hilos de sol y dulzura.
Y ahí estaba el río de aguas marrones, el río del color de la tierra, ese río al que no se podía mirar sin pensar que hay cosas que nunca comienzan y nunca se acaban.
Y al lado del río, a la sombra del algarrobo, estaban el mono y el coatí, el quirquincho y el oso hormiguero, el pequeño tapir y la corzuela y la iguana, y mil animales más. También estaba el ñandú. Y el piojo que vivía en la cabeza del ñandú.
Entonces el grito los sorprendió a todos.
Desde la pluma más alta de la cabeza del ñandú el piojo estaba largando un sapucay que tenía revoloteando a los pájaros y hacía caer algarrobas a puñados.

Siete minutos duró el grito, y fue el sapucai más largo que se hubiera escuchado por esos pagos. Y se hizo tan famoso que ese paraje que se llamaba El Monte de las Víboras, fue conocido desde entonces como El Monte del Sapucay del Piojo.Los pájaros se posaron otra vez en las ramas, las algarrobas dejaron de caer, y el piojo, después de respirar hondo, pudo decir:
-¡Volvió don sapo! ¡Ahí llega don sapo!
Todos los animales corrieron a recibirlo.
-¡Cómo le fue, don sapo! ¡Qué tal el viaje! ¡Cómo hizo, don sapo, cómo hizo! ¿Queda muy lejos? ¿Es cierto que hay mucha gente? ¡Cuente, don sapo, cuente! ¿Es grande Buenos Aires?
-Despacito y por las piedras…que ya parecen porteños por lo apurados.
-Es que estamos curiosos desde que nos enteramos que se había ido a Buenos Aires-dijo el coatí-. ¿Cómo hizo, don sapo?
-Fácil, m’hijo. ¿Usted vio la creciente grande y todos los camalotes que pasaban? Bueno en cuanto vi pasar un camalote que me gustó, salté y me fui.
-¿Y es muy grande Buenos Aires?
-¡Ni le cuento! Pueblo grande, sí, pero todos apurados…
-¿Apurados?- preguntó la cotorrita verde
- ¿Adónde van apurados?
- A ninguna parte. Son costumbres nomás. Será que eso les gusta. Y se la pasan viajando, amontonados, en unas cosas enormes que van para todos lados.
-¿Y eso les gusta?
- Debe ser, porque pagan para hacerlo.
-¡Mire que es loca la gente!- dijo el piojo.
- No diga eso m’hijo. Gustos son gustos… Y cuando vuelven a sus casas se sientan frente a una caja, y ahí se pasan las horas mirando propagandas.
- ¿Propagandas de qué?
- De champú. Se ve que son locos por el champú.
- ¿Y río, don sapo? ¿Tienen río?
- Uno grande a más no poder.
- ¿Más ancho que el Bermejo?
- Más ancho. Dicen que es el más ancho del mundo.
- ¡Qué lindo! – dijo el yacaré-. ¡Ahí se bañarán todos muy contentos!
- ¡Qué se van a bañar! Lo usan para tirar basuras. Está prohibido bañarse ahí.
- Será que no les gusta el río.
- Don sapo –dijo el tapir-,tengo dos preguntas para hacerle: ¿Esas gentes nos conocen? ¿Nos quieren?
- Linda pregunta, pero es una sola, no dos.
- No don sapo, yo le hice dos preguntas.
- Mire chamigo, hay un viejo pensamiento que acabo de inventar que dice: “No se puede querer lo que no se conoce”.
- ¿Y a nosotros no nos conocen?
- No. Conocen muchos animales pero de otro lado. Se ve que les gusta conocer cosas de otro lado, hipopótamos, cebras, elefantes, jirafas, ardillas y un montón más. Pero a nosotros no nos conocen, y por eso no nos quieren.
- Bah- dijo el quirquincho- no saben lo que se pierden.
- Yo me quedé pensando en eso de que usan el río para tirar basuras-dijo el monito-. ¿Y qué les gusta?
- Prohibir. Eso se ve que les gusta. Se la pasan prohibiendo todo el día. Prohibido subir, prohibido bajar, prohibido pisar. Prohibido pararse y prohibido correr. Siempre ponen cartelitos prohibiendo algo.
- Eso sí que no lo entiendo-dijo el coatí-. ¿Y si alguno no le hace caso a los cartelitos?
- Viene la policía y se lo lleva.
- No le veo la gracia-dijo el piojo.
- ¡Qué quiere que le diga, m’hijo! Gustos son gustos.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Autor: Julio Cortázar

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Poema al tomate - POEMA

Autora: Elsa Isabel Bornemann

¡Ay! ¡Qué disparate!
¡Se mató un tomate!
¿Quieren que les cuente?

Se arrojó en la fuente
sobre la ensalada
recién preparada.

Su vestido rojo,
todo descosido,
cayó haciendo arrugas
al mar de lechugas.

Su amigo Zapallo
corrió como un rayo
pidiendo de urgencia
por una asistencia

Vino el doctor Ajo
y remedios trajo.
Llamó a la carrera
a Sal, la enfermera.

Después de sacarlo
quisieron salvarlo,
pero no hubo caso:
¡estaba en pedazos!

Preparó el entierro
la agencia “Los Puerros”.
Y fue mucha gente...
¿quieren que les cuente?

Llegó muy doliente
Papa, el presidente
del Club de Verduras,
para dar lectura
de un “Verso al tomate”
(otro disparate)
mientras, de perfil
el gran Perejil
hablaba bajito
con un rabanito.

También el Laurel
(de luna de miel
con Doña Nabiza)
regresó de prisa
en su nuevo yate
por ver al tomate.

Acaba la historia:
ocho zanahorias
y un alcaucil viejo
formaron cortejo
con diez berenjenas
de verdes melenas
sobre una carroza
bordada de rosas.

Choclos musiqueros
con negros sombreros
tocaron violines,
quenas y flautines,
y dos ajíes sordos
y espárragos gordos
con negras camisas
cantaron la misa.

El diario “ESPINACA”
la noticia saca.
HOY, ¡QUÉ DISPARATE!
¡SE MATÓ UN TOMATE!

Al leer, la cebolla
lloraba en su olla.
Una remolacha
se puso borracha.
—¡Me importa un comino!
dijo Don Pepino...
y no habló la acelga
(estaba de huelga).